Las lluvias torrenciales y los vientos de los huracanes que asolan cada temporada el Caribe y el sureste de Estados Unidos han sido considerados siempre uno de los precios a pagar por vivir en algunos lugares paradisiacos por sus playas. Pero en los últimos años, una serie de tormentas especialmente potentes y destructivas han hecho surgir la pregunta de si realmente son más dañinos ahora que antes y si, en ese caso, se le puede atribuir esa mayor potencia al cambio climático.
El último que ha provocado esta pregunta ha sido el huracán Ian: tras dejar Cuba a oscuras, la tormenta tomó fuerza al cruzar el estrecho de Florida y tocó tierra en la costa oeste de esa península con vientos de 250 kilómetros por hora, en el límite de la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, la máxima contemplada. En ese Estado, el ciclón ha dejado cerca de 100 muertos y un rastro de inundaciones y destrucción insólito, incluso en esa zona acostumbrada a convivir con los ciclones tropicales.
Un estudio publicado justo después de que ese huracán impactara Florida achaca al menos el 10% de las lluvias que dejó la tormenta en ese Estado al cambio climático. Aunque es un tema en el que los Gobiernos todavía no tienen consenso y que tiende a ser politizado, el mundo científico ha avanzado en los últimos años con informes que sugieren un vínculo cada vez más claro entre la mayor potencia de los huracanes y los efectos del hombre sobre el clima.
La propia Organización Meteorológica Mundial (OMM), perteneciente a Naciones Unidas, ha reconocido que el calentamiento global llevará a un incremento en la proporción de huracanes más potentes: los de categoría 3 (con vientos sostenidos por encima de 154 kilómetros por hora), 4 (con vientos superiores a 209 kilómetros por hora) y 5, de más de 252 kilómetros por hora. Además, ha dicho que se prevé un aumento de las cantidades de lluvias asociadas a estas tormentas, mientras que el aumento del nivel del mar y el desarrollo urbanístico de la costa está empeorando el impacto de las inundaciones.
“La ciencia climática es cada vez más capaz de mostrar que muchos de estos eventos extremos que estamos sufriendo son cada vez más comunes y más intensos debido al cambio climático inducido por el hombre”, dijo recientemente el secretario general de la OMM, Petteri Taalas. El funcionario llamó además a revisar los sistemas de prevención y aviso “para ser más resilientes a los riesgos climáticos actuales y futuros en las comunidades más vulnerables”. América Futura conversó con dos expertos sobre lo que se sabe de esta relación, lo que aún no se puede determinar y cómo deberían prepararse las comunidades potencialmente afectadas.
Huracanes más húmedos
Para Kerry Emanuel, meteorólogo y profesor emérito de Ciencias Atmosféricas del Massachusetts Institute of Technology (MIT), hay ciertos consensos entre los expertos sobre cómo el cambio climático afecta a las tormentas tropicales. “Lo que sabemos desde hace bastante tiempo es que cuanto más caliente es la temperatura, estas tormentas son más húmedas y dejan más agua”, explica en entrevista telefónica. “Las inundaciones son generalmente las que más matan en este tipo de tormentas y también la mayor fuente de daños”.
Una de esas evidencias es el estudio publicado después de que Ian impactara en Florida, que asegura que el calentamiento global fue el causante de al menos el 10% de las precipitaciones que dejó sobre ese Estado. “Y esa es una estimación de alguna manera conservadora o baja del efecto que pensamos que tuvo el cambio climático”, dice uno de sus autores, el profesor Michael Wehner, científico climático del Lawrence Berkeley National Lab.
El análisis, hecho conjuntamente con el profesor Kevin Reed y que aún no ha sido revisado por pares ni publicado en ninguna revista científica, comparó el agua caída durante esa tormenta con una veintena de escenarios generados por ordenador del huracán al tocar tierra en ese Estado, pero en un mundo sin cambio climático. Para este estudio, Wehner y Reed replicaron el modelo de otro que publicaron este año en la revista Nature Communications en el que concluían que el aumento de las temperaturas por los gases de efecto invernadero generó mayores precipitaciones durante los huracanes en la temporada 2020.
Kerry Emanuel, de MIT, ha visto el estudio de Wehner y Reed y, aunque le parece un trabajo “respetable”, él prefiere no hacer este tipo de atribuciones tan específicas. “No es que la ciencia detrás de él esté mal, pero la manera de comunicarlo puede ser un poco confusa”, afirma. Y dice que es como si alguien le preguntara a un médico tras la muerte de un paciente fumador por cáncer de pulmón cuánto de ese cáncer lo provocó el tabaco. “Nadie lo diría así. Pero un médico sí puede decirte que que tu abuela fumara incrementó su probabilidad de tener cáncer a los 70″, sostiene. “Esa puede ser una manera más sensata de decirlo y yo prefiero hablar de cómo el cambio climático aumenta las probabilidades de inundaciones”.
La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, en sus siglas en inglés) explicó el pasado 30 de septiembre que, para llegar a Florida, Ian se desplazó sobre “las cálidas aguas del Golfo de México”, una zona con temperaturas “iguales o superiores a 27,8 grados centígrados”. Eso, a juicio de esa agencia, pudo intensificar el huracán, algo que sucede “a medida que la energía térmica se transfiere del mar a la atmósfera”.
“En cierto modo, el cambio climático sobrecarga de lluvia los huracanes” por una mayor humedad en el aire, afirma Wehner. El agua, explica, afecta a las inundaciones terrestres, como las que hemos visto en Florida en los últimos días, pero también a las provocadas por la marejada ciclónica, algo especialmente relevante en un Estado que ha visto cómo el nivel del mar aumenta impulsado por el calentamiento global. “En buena parte de Florida, el nivel del mar ha aumentado un pie (30 centímetros)”, sostiene. “La pregunta que no podemos responder con exactitud es cuánto afecta el cambio climático a la marejada ciclónica. Estoy seguro de que es mucho, pero no puedo cuantificarlo”, apunta.
Tormentas más potentes y que se intensifican más rápido
Tanto él como Emanuel reconocen otros dos efectos del cambio climático en los huracanes: los hace más potentes y los intensifica más rápido, dejando así menos tiempo para las evacuaciones y la preparación de las comunidades afectadas. “Sabemos desde hace 30 años, al menos en la teoría, que los ciclones tropicales pueden intensificarse en climas más calientes. Y eso es lo que parece que está pasando ahora”, explica el profesor de MIT. “Y luego está el hecho, sobre el que hay bastante consenso, ya, de que en un clima más cálido estas tormentas crecen más rápido. Esto nuevamente viene de la teoría, pero la observación en los últimos años lo ha demostrado también”.
Desde 2017, siete huracanes de categoría 4 y 5 han tocado tierra en territorio estadounidense, dejando daños que la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE UU considera “catastróficos” (Harvey, Irma, María, Michael, Laura, Ida e Ian). Además, 16 de los 20 huracanes que se han registrado en las dos últimas temporadas en el Atlántico han experimentado lo que se considera una “rápida intensificación”, cuando sus vientos aumentan en al menos 56 kilómetros por hora en 24 horas. Ese fue el caso, por ejemplo, de Fiona, que tras tocar tierra a mediados de septiembre en Puerto Rico como un huracán categoría 1 se intensificó rápidamente hasta alcanzar la categoría 4. El ciclón dejó la isla a oscuras cinco años después de que otra potente tormenta, María, arrasara con ella.
En lo que Emanuel asegura que aún no hay mucho consenso entre los científicos es en cómo afectará el cambio climático a la frecuencia de los huracanes. “Sin embargo, como la intensidad está aumentando, esperamos que la frecuencia de las tormentas de mayor categoría —4 y 5— aumente. Aunque en términos generales, el número de tormentas baje, esperamos ver un aumento en la frecuencia de las de mayor categoría”. Con todos estos elementos, el profesor de MIT cree que los Gobiernos deben prepararse para actuar con mayor rapidez ante las previsiones meteorológicas y entrenar mejor a los encargados de llevar a cabo las evacuaciones.
El profesor Wehner, del Lawrence Berkeley National Lab, añade que hay que asegurarse, además, de que las personas cumplen con las órdenes de evacuación. Y cree que estas características pueden hacer revisar los códigos de construcción para reducir los daños e incluso que se emitan prohibiciones para repoblar ciertas zonas vulnerables, aunque reconoce que eso es una decisión política. “Los peligros del cambio climático no son un problema de nuestros nietos ni de nuestros hijos. El problema está aquí y ahora y cuanto más rápido lo aceptemos, más rápido podremos hacer algo”, concluye.