Los elevados precios de la gasolina en EE.UU. han llevado a estadounidenses a cruzar la frontera para llenar sus vehículos con gasolina más barata en México.
El presidente estadounidense Joe Biden se ha enfrentado a una fuerte presión para que aumente sus esfuerzos en controlar los precios de la gasolina, sus críticos sostienen que sus políticas han contribuido al problema a pesar de que la guerra en Ucrania ha alterado la industria del petróleo entera. La gasolina aportó a que la inflación llegase al 9,1% en junio, ya que los precios en las gasolineras alcanzaron máximos históricos. El principal desafío de Biden ahora es reducir la inflación urgente y el control sobre los precios de la gasolina es una vía crucial para ese objetivo.
Por el otro lado, las ventas de gasolina en Ciudad Juárez, situada al otro lado de la frontera con El Paso, aumentaron más del 52% en mayo en comparación con el mismo mes del año anterior. La gasolina está disponible a 3,11 dólares por galón en Juárez, mientras que se vende a 4,03 dólares a pocos kilómetros en El Paso.
Esta disparidad en precios y el hecho que miles de estadounidenses utilizan las gasolineras mexicanas para abastecerse ha causado satisfacción en el presidente López Obrador, quien alardeó en frente de su homólogo en una reunión días pasados: “Mientras esperábamos que los precios bajaran, hemos permitido que los estadounidenses que viven cerca de la frontera llenen sus tanques de gasolina del lado mexicano a precios más bajos”, declaró.
Irónicamente, Estados Unidos es el principal vendedor de productos refinados del petróleo a México.
Lo que ha permitido que México goce de un precio bajo en combustible en comparación con Estados Unidos es el subsidio parcial de parte del gobierno y la inversión en infraestructuras de petróleo y gas, mejorando la capacidad de las refinerías y bajando así su costo. También se acaba de comprar una refinería en Houston por 596 millones de dólares y está construyendo una nueva en el estado mexicano de Tabasco por 8 000 millones de dólares. Otros 3 000 millones de dólares están destinados a modernizar otras seis refinerías mexicanas.
Estados Unidos no ha construido una nueva refinería desde 1976.
La industria petrolera mexicana está lejos de ser perfecta sin embargo. Desde la nacionalización de Pemex en 1938, ha estado plagada de corrupción y mala gestión. Malversaciones son usuales en la mayoría de las refinerías y nuevos proyectos de esta línea.
En lugar de aumentar la capacidad de las refinerías cada año, los Estados Unidos de Biden están desconectando la capacidad de las refinerías. Esto significa que la brecha entre el costo de la gasolina en México y en Estados Unidos seguirá creciente durante el futuro cercano.
La razón por la que Biden no quiere construir nuevas refinerías o hacer más eficientes las existentes es que quieren alejar al país de los combustibles fósiles. El dolor al bolsillo que representa el reabastecimiento de gasolina en los vehículos es precisamente lo que aspiraba para fomentar el uso de vehículos de energías renovables.
Biden no quiere quemar más combustibles fósiles. Durante su campaña de 2020, dijo que el cambio climático era una de las cuatro principales crisis a las que se enfrentaba el país. Es más, uno de sus primeros actos como presidente fue bloquear el oleoducto Keystone XL y poner en pausa los nuevos permisos de perforación petrolífera en tierras públicas.
Precisamente en inversión y regulación energética los países se encuentran en una disputa comercial. Las políticas de México han cortado en gran medida la inversión estadounidense y de otros países en la infraestructura de energía limpia en el país, incluyendo medidas significativas para revertir las reformas que México hizo previamente para cumplir con sus objetivos climáticos bajo el Acuerdo de París.
Ante los ojos de Estados Unidos, los cambios políticos de México amenazan con expulsar la innovación del sector privado del mercado energético mexicano.
Entre los temas específicos en disputa está una enmienda a la ley mexicana del año pasado que, según Estados Unidos, da una ventaja injusta a la electricidad producida por la empresa estatal mexicana Comisión Federal de Electricidad sobre la energía de empresas privadas y sobre fuentes más limpias como la eólica y la solar.
Las políticas opuestas de ambos países en cuanto a combustibles le están pasando una factura fuerte a Estados Unidos y peligra perder soporte sobre iniciativas climáticas en las próximas elecciones. Al contrario, la visión cortoplacista de AMLO le permite alardear de precios bajos de gasolina y ganar apoyo popular importante para su agenda política.