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Cerro Rico, la legendaria montaña boliviana y el riesgo de la minería descontrolada

Cerro Rico, en las cercanías de la ciudad de Potosí, fue descubierto en 1545 y convirtió a la  ciudad en la primera productora mundial de plata, el soporte del imperio español y un motor  del comercio internacional. En el siglo XVII las monedas potosinas eran valoradas alrededor del  precio actual del dólar estadounidense. 

Potosí se encuentra a una altura de 4.000 metros sobre el nivel del mar y la cima de la montaña  alcanza los 4.702 metros. En el cerro trabajan cada día cerca de 20.000 mineros artesanales en  tres turnos para 70 cooperativas 

El trabajo es tan duro que muchos mineros beben etanol antes de entrar en los túneles y mastican hojas de coca, una planta que se ha utilizado como suministro de energía durante  siglos en los Andes. Las hojas de coca se mastican en los costados de la boca puesto que pero sirven como filtro para los gases tóxicos del interior de la montaña. 

Los mineros también suelen llevar a la mina pequeños diablos de color rojo como muñecos y amuletos de la suerte. Las entradas de las minas suelen tener imágenes de Satanás,  regularmente conocido como “tío”. La elección de representar una figura sombría y  encomendarse al él diariamente al entrar a la mina se debe a la historia oscura de Cerro Rico.  Millones de personas, en su mayoría indígenas, murieron trabajando allí en condiciones  horribles bajo el dominio español. El peso histórico del cerro es tan reconocido por los  bolivianos que aparece en el escudo de armas de su bandera.

Actualmente aún hay eventos terribles debido a la minería desregularizada. Este año han  muerto 15 personas trabajando ahí, según las autoridades locales, la mayoría debido a  derrumbes en los túneles. Las enfermedades pulmonares también son un riesgo. La montaña  presenta 133 hundimientos y la urgencia de reubicar a los mineros de la parte alta para que se  pueda efectuar el relleno de los huecos es innegable. 

Las muertes han hecho saltar las alarmas durante años sobre la conveniencia de prohibir la  minería o reducirla considerablemente. Pero las autoridades también se enfrentan a una cruda  realidad: se trata de un trabajo relativamente bien pagado en una de las naciones más pobres  de Latinoamérica. Los mineros pueden ganar unos 150 bolivianos (22 dólares) al día, por  encima del salario mínimo nacional.  

El gobierno, ante esta realidad, emitió una resolución ministerial por la que se instruye a la  Corporación Minera de Bolivia (Comibol), acelerar el proceso de migración de las unidades de  extraccion de carga ubicadas por encima de la cota 4.400. 

La mitad de los mineros serían reubicados en el mismo cerro y otro tanto en minas adyacentes  a la ciudad, un traslado que genera dudas dado el rechazo de otros sectores ante la  informalidad laboral y medioambiental con la que trabajan las cooperativas. Se trata de un proyecto con un sinfín de retos, pero de no avanzar con su realización los efectos  ambientales y las pérdidas humanas serán catastróficas e irreversibles.