Andrés Manuel López Obrador ha dejado la presidencia de México con una aprobación del 77%. Y entre ese casi 20% que no está muy contento con su gestión, es muy probable que se encuentren científicos, ambientalistas y abanderados de la lucha contra el cambio climático. Durante los seis años que duró su mandato, el tema no fue solo uno ignorado, sino incluso negado. En un país como México, donde el 64% de las emisiones que generan el cambio climático a nivel nacional vienen del sector energético, la política para impulsar las energías renovables fue desmantelada bajo la excusa de la no privatización, y el gas y el petróleo, contrario a la tendencia mundial, se irguieron en pro de la soberanía energética.
Con la llegada de Claudia Sheinbaum al poder, doctora en ingeniería energética y una de las autoras de dos informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), un órgano que congrega a varios científicos del mundo para que reúnan toda la evidencia que existe sobre el tema, vuelven ciertos tintes de esperanza. Aunque no absolutos: si Sheinbaum no quiere traicionar sus orígenes científicos – que incluso se remontan a un padre químico y a una madre bióloga – deberá desmarcarse del legado climático y energético de López Obrador. La “continuidad con cambio”, estribillo que se popularizó durante la campaña de Sheinbaum, deberá llevarse a cabo casi de un modo quirúrgico.
“Una urgencia clara y que confío que Sheinbaum va a saber liderar es volver a impulsar las energías renovables”, apunta Adrián Fernández, director Ejecutivo de la Iniciativa Climática de México. En 2015 – comenta el experto – el país publicó la Ley de Transición Energética que, entre otras cosas, puso unas metas para que las energías limpias fueran incrementando porcentualmente en la matriz energética de México. “Para lograrlo, en dos años se hicieron tres grandes subastas que volvieron al país en un líder de este experimento de política pública mundial. Sin embargo, quedaron paralizadas en 2018, cuando López Obrador llegó a la presidencia”.
¿La razón? La apuesta a las energías renovables requiere inversiones de privados. “El Gobierno creyó erróneamente que la única manera de dar predominancia a las instituciones del Estado era a través de Pemex – empresa estatal de petróleo y gas – y la Comisión Federal de Electricidad, y le dio un portazo en la cara a las inversiones en renovables”, comenta. Lo que tendrá que hacer la nueva presidenta, entonces, es “encontrar mecanismos y fórmulas creativas, pero realistas, mixtas, que incluyan inversiones del sector privado en renovables”, aclara Fernández. “Y eso no tiene que ver con ideología, sino con que, en el mundo, un 90% del dinero está en manos de privados”.
Esta inversión en la transición a energías renovables podría, incluso, convertirse en una oportunidad gana-gana: una en la que se apoyen las medidas contra el cambio climático, se siga con los programas sociales que hicieron popular a López Obrador y que estimulen la industria nacional. “En un país que tiene tantos días de sol, el Gobierno podría pensar en entregar calentadores de agua solares y paneles solares que, además, ya se producen en México”, comenta Alejandra López, directora de Diplomacia del centro de pensamiento Transforma. “Sería una política acorde con lo que busca Morena (el partido de Gobierno, que fundó López Obrador), ya que apoya directamente el bolsillo de la gente. Por ejemplo, podrían ver una reducción del 60% en el consumo de gas al año”. Esto, apoyado con otras políticas que lleven a que México se convierta en un centro de manufactura de vehículos eléctricos, no iría en contravía de los temas sociales y de soberanía que abandera Morena, ni con las medidas climáticas urgentes.
Pero no se trata solo de apostar a las renovables, sino de dejar atrás la apuesta por el petróleo y el gas. Ese es el punto álgido. Sheinbaum está recibiendo un país en “lock in”, un término que se usa en la jerga climática para describir cuando se apuesta en inversiones e infraestructuras vinculadas a los combustibles fósiles, haciendo difícil la transición a fuentes de energía más sostenibles. Y ahí la presidenta tendrá el mayor reto climático.
“No sabemos cuándo ni cuánto, pero los precios del petróleo van a caer fuertemente”, recuerda Fernanda Ballesteros, gerente del Programa en México del Natural Resource Governance Institute. En su afán por lograr lo que López Obrador llamó una autosuficiencia de gasolina en México, lo que hizo su Gobierno fue invertir en refinerías – como Dos Bocas, cuya producción no llega al 1% de la producción nacional-, pero que dejó al país atado por varias décadas a la gasolina.
“Si México quiere lograr esa autosuficiencia de gasolina tendría que seguir invirtiendo en refinerías para no importarla”, comenta Ballesteros. Y no se trata de algo financieramente inteligente. “Entre 2019 y 2023 Pemex acumuló pérdidas por 50 mil millones de dólares de las cuales un 70% corresponden a Pemex Transformación Industrial, que es la empresa subsidiaria encargada de refinación”, agrega la experta, aclarando que las últimas dos refinerías en las que Pemex apostó – Deer Park y Dos Bocas – le han costado más del 90% de su presupuesto entre 2018 y 2022. “Si el país no sigue invirtiendo en ese plan, podría explorar nuevas líneas de negocio para Pemex, como las renovables y las energías limpias”.
“El riesgo más grande es hasta qué punto Sheinbaum le da continuidad a la política petrolera de López Obrador”, resalta López, de Transforma. En campaña, la presidenta habló de “soberanía energética, pero con energía sustentable” y en el documento de los “100 pasos para la Transformación”, aunque resalta las políticas de su antecesor, también habla del “reemplazo de combustibles fósiles por energías renovables”.
“En este documento hay buenas señales, como que se menciona la electromovilidad, la disminución de emisiones y la eficiencia energética. El problema es que el documento no habla del cómo”, agrega Ballesteros. La respuesta, hasta el momento, no la tiene nadie. Pero en el gabinete de Sheinbaum hay tres personas esenciales en temas de cambio climático que pueden resolverla: la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Alicia Bárcena; el secretario de Economía, Marcelo Ebrad, y la secretaria de Energía, Luz Elena González. “La presidenta se ha rodeado de gente que no está improvisando. Los que estamos en el mundo de la energía, medio ambiente y cambio climático sabemos que conocen del tema. Y eso no es trivial”, comenta Fernández, quien cree firmemente que Sheinbaum no le dará la espalda a ese legado científico. Que eso está primero.
Como gobernadora de Ciudad de México (2018-2023), Sheinbaum impulsó el transporte público de la ciudad – de hecho, su investigación de doctorado giró entorno a las emisiones energéticas y los problemas medioambientales del transporte – y también logró la instalación de uno de los proyectos solares más grandes de la región en la Central de Abasto de la ciudad. Pero la sensación tampoco es que su periodo haya sido uno particularmente climático o verde.
“Ella puede convertirse en la [Angela] Merkel mexicana”, repite Fernández, ilusionado con la idea de que una científica lidere el país. No será la primera mujer científica en liderar un Gobierno: si Merkel es doctora en física cuántica, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher era química. Ahora, en tiempos de crisis ambiental, Sheinbaum deberá decidir a qué legado responder: al de la ciencia o al de una política petrolera heredada.