Olivier Blanchard, ex economista director del FMI, sólo necesitó tres palabras para responder a la noticia de que Brasil y Argentina iniciarían los trabajos preparatorios para crear una moneda común. ” Es una locura”, tuiteó.
Si bien varios economistas han cuestionado la viabilidad de la idea, algunos analistas políticos se han mostrado menos despectivos, señalando que no deben subestimarse los deseos de los presidentes sudamericanos, en su mayoría de izquierdas, de promover la integración regional y desafiar el dominio del dólar estadounidense.
Por primera vez en más de siete años, Brasil y Argentina están alineados políticamente bajo líderes de izquierdas, y tanto Luiz Inácio Lula da Silva como Alberto Fernández desean presentar un frente unido.
A principios de esta semana, el presidente brasileño declaró a la prensa en Buenos Aires que, “si Dios quiere”, los ministros de Economía y los dirigentes de los dos bancos centrales tendrían “inteligencia, competencia y sentido común” para empezar a trabajar en la creación de una moneda común.
Su homólogo argentino dijo que, aunque no sabía “cómo funcionaría una moneda común con Brasil y la región”, las dos naciones tendrían un “vínculo estratégico mucho más profundo” que duraría “décadas”.
Los dos líderes dejaron claro que una eventual moneda común se limitaría, en un principio, a su uso en el comercio y funcionaría en tándem con el real brasileño y el peso argentino, en lugar de sustituirlos.
No es la primera vez que se plantea esta idea.
Personas cercanas a la anterior administración derechista de Brasil confirmaron que el ex ministro de Finanzas Paulo Guedes había defendido la idea en varias ocasiones con el argumento de que la moneda ayudaría a imponer disciplina fiscal y que en el futuro habría menos monedas mundiales, por lo que sería beneficioso que la región consagrara la suya propia.
Guedes sugirió incluso un nombre, el “peso real”, y predijo un plazo de 15 años para un proyecto de este tipo en Latinoamérica. El ex jefe del Banco Central de Argentina Federico Sturzenegger, que ocupó el cargo entre 2015 y 2018 bajo la administración conservadora de Mauricio Macri, se mostró partidario de consagrar un banco central entre los miembros del bloque comercial Mercosur.
La izquierda latinoamericana lleva mucho tiempo queriendo reducir la dependencia histórica de la región respecto a Estados Unidos y considera que una moneda común es una forma inteligente de reclamar una mayor soberanía económica, al tiempo que persigue su viejo sueño de una unión política más estrecha. En un guiño a las tensiones con su rival al norte del ecuador, el actual ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad, fue coautor el año pasado de un artículo en el que sugería una moneda común llamada “sur”.
El apoyo político se basa en el deseo de estabilizar la maltrecha economía argentina. El país lleva años al borde de la insolvencia, las reservas del banco central son cada vez menores, los estrictos controles de cambio han alimentado un desenfrenado mercado negro del dólar y la confianza en el peso se ha desplomado. “Argentina necesita un ancla externa para recuperar la credibilidad”, afirmó el economista Rodrigo Wagner, experto en adopción de nuevas divisas.
El caos financiero ha lastrado el comercio entre ambas economías. Con unos 30.000 millones de dólares en 2022, los flujos entre Brasil y Argentina son inferiores al nivel de 40.000 millones de dólares registrado hace una década. Esto se debe en parte a que Argentina tiene una escasez crónica de dólares estadounidenses -la moneda común de los mercados de exportación mundiales- para comprar exportaciones brasileñas.
“No cabe duda de que una moneda común facilita el comercio, y la eliminación de los riesgos cambiarios aporta ventajas”, afirmó Nannette Hechler-Fayd’herbe, responsable mundial de economía e investigación de Credit Suisse. Sin embargo, destacó que las uniones monetarias también plantean retos a los Estados miembros, como demuestra la historia del proyecto de moneda única de la UE.
Pierpaolo Barbieri, fundador de la empresa argentina de tecnología financiera Ualá, dijo que era demasiado fácil ser cínico con los planes. “Brasil quiere un mercado más amplio para sus exportaciones y reducir las barreras comerciales”, añadió. Una unidad de cambio común sería un “vehículo definitivo” para lograr ambas cosas.
Las monedas digitales, como Tether y Bitcoin, ya ofrecían alternativas. “Todo lo que abra nuestro mercado extremadamente cerrado es un paso en la dirección correcta”, dijo Barbieri.
Everton Guimarães Negresiolo, presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios Argentino-Brasileña, ha afirmado que “una herramienta de comercio bilateral” en una moneda “distinta al dólar” sería beneficiosa para las empresas que representan, aunque ha reconocido que una serie de desequilibrios económicos entre ambos países plantean “desafíos muy importantes”.
“Es una noticia muy positiva saber que se está trabajando por una mayor integración regional”, dijo Gustavo Grobocopatel, que dirige uno de los mayores grupos agrícolas argentinos, Los Grobo, y añadió que el anuncio era una forma de conseguir que los Estados miembros “empiecen a hacer los deberes” sobre los desequilibrios.
Wagner afirmó que la falta de una alternativa al dólar significa que las naciones sudamericanas, incluida su Chile natal, están perdiendo valiosas relaciones comerciales.
Pero otros sostienen que la magnitud de la disparidad entre los dos países hace que el proyecto no sea viable.
Buenos Aires está aislada de los mercados internacionales de deuda desde el impago de 2020 y tiene un férreo control de cambios. El real, por su parte, es totalmente convertible, y un mejor control del gasto público significa que el país tiene pleno acceso a los mercados internacionales. La inflación anual en Argentina alcanzó el 94,8% en diciembre, frente a un 5,79% mucho más manejable en Brasil.
Marcos Casarín, economista jefe de Oxford Economics, afirmó: “Argentina tiene más inflación en un solo mes que Brasil en un año”.
“Mi punto de vista es que esta moneda común no va a ser factible. Y si es factible, va a crear cada vez más turbulencias en nuestra economía”, afirmó Walter Schalka, presidente de Suzano, con sede en São Paulo, una de las mayores empresas de pasta y papel del mundo. “Argentina y Brasil se enfrentan a momentos económicos diferentes. Están en una situación completamente diferente. Esto es algo que no va a crear ningún valor para Brasil”.