En la búsqueda de competitividad y hegemonía dentro de América del Norte, no hay espacio para “coquetear” con China, otro de los grandes actores del mercado global. Esta es una de las razones por las que Canadá y Estados Unidos han adoptado una postura más crítica hacia México, acusándolo de permitir que el gigante asiático se infiltre en sus fronteras, violando los acuerdos establecidos en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
La economía mexicana se cimienta sobre cuatro pilares fundamentales: el petróleo, las exportaciones, el turismo y las remesas. En este contexto, México no puede apartarse de la senda trazada desde antes de 1994; su bienestar interno depende, en gran medida, de la relación con sus vecinos del norte.
“México sí está triangulando las exportaciones chinas hacia Estados Unidos y hacia Canadá”, asegura Estefanía Cruz, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM. Y la mayor alarma llega con la fabricación de automóviles, pieza clave en las economías internas y externas.
La fabricación de coches con autopartes fabricadas en China no solo ha rebrotado la amenaza de los aranceles por parte de Trump, a punto de instalarse en la Casa Blanca, también ha hecho levantar la voz a los liberales canadienses, en un juego que los expertos califican de “oportunista” dado que las elecciones de ese país se celebran el año que viene y el avance conservador reclama otros mensajes.
Estados Unidos y ahora también Canadá, no tolerarán que los productos fabricados por China entren en sus territorios por la puerta mexicana, donde se ensamblan esos coches. Y tampoco se conformarán con la idea de que las plantas chinas previstas en México sean en exclusiva para abastecer el mercado latinoamericano, no para exportar a Estados Unidos, como ha señalado la empresa asiática BYD de coches eléctricos.
“China se presenta como una potencia hegemónica que quiere tener presencia en el mercado latino, pero no puede ser México la herramienta” para ello, dice Pía Taracena, de la Universidad Iberoamericana. Quizá Brasil, o Argentina, sugiere. “México ya tiene la mayor parte de los huevos en la canasta de la región del norte, romper eso le saldría muy caro”, afirma Cruz.
Felix Boni, director de Análisis de HR Ratings, reconoce que el horizonte económico para México, principal socio comercial de Estados Unidos, se complicará si Trump cumple sus amenazas arancelarias, una medida, que además puede desincentivar el arribo de más inversión extranjera al territorio mexicano así como la llamada relocalización de empresas o nearshoring.
“Nosotros no hemos visto ese proceso de nearshoring, en términos de nuevas inversiones y con Trump serían más fuertes estas dudas que tenemos”, comenta. Sin embargo, el experto añade que la expectativa sobre esta batería de medidas aún está en el aire, ya que el Gobierno estadounidense debe considerar que al elevar los aranceles a las importaciones se elevarán las presiones inflacionarias en su propio mercado.
El presidente electo de EE UU ha hecho de los aranceles su mejor arma de presión sobre las relaciones comerciales de sus principales socios comerciales, México, China y Canadá. El republicano ha prometido un arancel del 60% sobre todas las importaciones chinas, además, ha asegurado que pondrá aranceles del 100% para los coches importados de México.
Los expertos coinciden en que de materializarse estas medidas, se afectaría a las cadenas de suministro de Norteamérica, se elevaría el riesgo inflacionario tanto afuera como al interior de EE UU, y fenómenos como la relocalización de empresas o nearshoring se verían truncados.
En 2026 está prevista la revisión del TMEC, siempre con la amenaza de la renegociación, un acuerdo comercial con el que los tres países de Norteamérica se blindan como un polo competitivo a nivel mundial y conjuran el avance chino. “A ninguno de los tres le conviene romper el acuerdo”, sostiene Taracena, “pero México es quien más perdería, no le convienen los acuerdos bilaterales ni seguir coqueteando con China”, asegura. “Desde Porfirio Díaz se viene hablando de diversificar la economía, pero China causa problemas, el interés nacional está con América del Norte”, añade la internacionalista.
México depende de las manufacturas baratas de China en el sector de los electrodomésticos, celulares, menaje doméstico, ingredientes para las farmacéuticas, fertilizantes, pero habrá “de garantizar bien que ese comercio no se triangule con Estados Unidos, sino que se quede en el mercado nacional”, asegura Cruz. Y sugiere que México, para ganar fuerza en sus decisiones, haría bien con empujar las negociaciones del tratado hasta finales de 2026, cuando Estados Unidos tiene elecciones intermedias que podrían cambiar el Congreso, que es donde se tiene que ratificar la revisión del tratado.
Las elecciones siempre son un factor clave para interpretar los mensajes internacionales, y Canadá elige a su nuevo presidente en 2025. “El país está perdiendo población nativa, los jóvenes buscan empleos bien pagados en otros sitios”, dice Cruz, y el avance de los conservadores es, por ahora, creciente en las encuestas.
No es de extrañar que el mensaje de los liberales, con el presidente Justin Trudeau a la cabeza, adopte tintes conservacionistas. Canadá se alinea con Estados Unidos, en una postura “que no es coyuntural, sino coherente desde que Estados Unidos declaró la guerra comercial a China en el primer mandato de Trump”, explica Cruz. Pero además, el primer ministro canadiense trata de evitar las presiones de los conservadores de su país, enfadados con México.
La minería se alza aquí como uno de los campos de batalla. “México ha cambiado las reglas del juego con la reforma judicial y energética y esta respuesta de Canadá tiene que ver con las presiones de su sector minero, que además vive situaciones de alta inseguridad en México”, explica Taracena. “México debe hacer un gran cabildeo para demostrar que las cosas no son como dicen estos grupos [industriales]”, sostiene la experta.
El nuevo equipo de Claudia Sheinbaum, con Marcelo Ebrard al frente de Economía y Juan Ramón de la Fuente en la cancillería, habrán de tener el máximo cuidado con las relaciones con China y demostrar hasta dónde llegan las inversiones del país asiático y qué van a hacer al respecto, sostienen las expertas. “Es un tema sensible”, afirma Taracena.
Canadá y México están pendientes de la deslocalización de las empresas estadounidenses en sus territorios, el tan mencionado nearshoring, “pero no compiten por los mismos sectores, Canadá está más interesado en los nanochips y México por semiconductores de uso común”, dice Cruz. “Canadá también espera recibir empresas biomédicas, de tecnología”, razón por la que Trudeau se coloca en el lugar adecuado, al lado de Trump. “Más que temor a un revés electoral interno, está siendo oportunista”, dice Cruz.
De cualquier forma, las relaciones entre México y Canadá han fluido también con gobiernos conservadores, afirma la experta. No hay razón, se lee ya en la opinión publicada, para que Canadá trate de prescindir por el momento de la participación de México en el acuerdo regional que ahora mantienen los tres países. Muy al contrario, quizá deberían unir fuerzas, después de todo, Trump está disparando para todos lados, sus últimas amenazas de aranceles han sido también para Canadá.