Pretenden Crear un Museo del Narcotráfico en Badiraguato, México.
El alcalde de Badiraguato José Paz López, propuso una inversión de 15 millones de pesos para la apertura de un “Museo del Narcotráfico” en la ciudad, puesto que este municipio fue el lugar de nacimiento de capos de la droga como Joaquín “El Chapo” Guzman, Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Felix Gallardo o Juan José Esparragoza. Las redes sociales han explotado sobre el dilema que genera la apertura de un espacio reservado para la cultura, destinado a uno de los fenómenos sociales que más ha afectado negativamente al país.
La cultura de apreciación del narco no es nueva. Durante la segunda mitad del siglo XX ya se escuchaban canciones apreciando al narcotráfico mexicano. Los capos pagaban exorbitantes cantidades de dinero para tener un corrido (canción mexicana que narra la historia de un personaje ficticio o verdadero) que lleve su nombre. La creación de telenovelas y series relacionadas a la vida de narcotraficantes aumentó la adoración de estos, al mismo tiempo que nos hizo olvidar la culpabilidad que tienen en los altísimos niveles de violencia en Latinoamérica.
Los programas audiovisuales que narran la historia de la vida de los narcotraficantes comenzaron a representar a los capos como personajes complejos con cualidades respetables, como seres que tienen sentimientos, hombres y mujeres de familia dedicados a su gente, y sobre todo con una trama que indica que todos “empezaron desde cero”. Aunque estos elementos son difíciles de debatir, el hecho de adorar a estos criminales es sumamente peligroso para la sociedad, pues aumenta la posibilidad de reclutar o ser reclutado para el crimen organizado.
La pregunta es ¿será éticamente correcto levantar un museo dedicado al narcotráfico en un país que ha sido seriamente afectado por él? La respuesta inicial es: Es complicado. Aunque no cabe duda que el narcotráfico es uno de los mayores problemas de México, que ha acabado con la vida de cientos de miles de personas, que ha corrompido a los niveles más altos del gobierno, que ha aterrorizado a ciudades enteras, que ha robado, asesinado, secuestrado, extorsionado (y un largo etcétera), obligando a decenas de miles de personas a huir a otros países; no podemos ignorar el hecho de que es parte de la historia de México, y ahora, de su cultura (aunque nos duela). El narcotráfico mexicano no solo se encuentra en las esferas sociales y políticas del país, también en las económicas y culturales. Basta con voltear a ver la música, cine, teatro, televisión, entre otros, en México.
Aunque no podemos separar al narcotráfico de la cultura mexicana, sí podemos tener cuidado con cómo creamos “narco-arte”, considerando el impacto que este tiene en la sociedad, sobre todo en las esferas más jóvenes. No es de sorprender que si un corrido o una serie de televisión describen a su protagonista como sentimental, trabajador, valiente, que salió adelante por sí mismo, la audiencia adore al personaje, mientras que desprecie a sus enemigos (i.e. gobierno/ejército mexicano, gobierno de Estados Unidos, DEA). En cambio, si estas representaciones del narcotráfico retrataran una historia más completa, sus relatos también involucrarían matanzas, balaceras, muertos, colgados, poblaciones aterrorizadas por sus seres queridos, miles de mexicanos huyendo a Estados Unidos no por cuestiones económicas, sino por cuestiones de seguridad. En México, los artistas del narcoarte tienen una gran responsabilidad que hasta ahora, no han sabido manejar.
Efectivamente, ya existen lugares donde se “adoran” a personalidades de la droga, como la capilla de Jesús Malverde en Culiacán, Sinaloa. También existe un museo del narcotráfico en la Ciudad de México, pero este no está abierto al público en general, sino más bien destinado a fines educativos para policías, militares y estudiantes de criminología, psicología o leyes.
Un museo es un espacio destinado a la enseñanza interactiva de uno, o varios temas en específico. En un museo del narcotráfico sería estrictamente necesario mostrar todas las consecuencias que el narcotráfico ha vertido sobre México. Si el museo intenta glorificar a los narcotraficantes, tratándolos como héroes, en vez criminales, sería un insulto para la historia y la sociedad de México. Se debe evitar a toda costa replicar lo que la narcocultura ha hecho hasta ahora, venerar al narco mientras se desprecia a quienes intentan detenerlo.
Si se edifica un Museo del Narcotráfico en Badiraguato, es necesario que mencione la corrupción con la que los narcos sobornan a los gobernantes, que ilustre testimonios de familias de secuestrados que tuvieron que vender todo su patrimonio para salvar a su ser querido, que nos cuente cómo empezaron los grupos narcotraficantes en la costa oeste de México y cómo evolucionaron hasta convertirse en algunas de las organizaciones más poderosas y peligrosas del planeta. Que el museo nos cuente cómo, a través del tiempo, el narco se fue volviendo un actor más en la política y en la élite de México.
Los museos no son espacios para hablar exclusivamente de los aspectos positivos de la humanidad. Existen museos en Auschwitz y otros puntos de Europa que hablan sobre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. En el sur de Estados Unidos hay varios museos destinados a explicar la importancia que tuvo el mercado de esclavos para el desarrollo de la economía norteamericana. La Santa Inquisición también es representada en múltiples museos alrededor de Europa y Latinoamérica. Sin embargo, todos estos museos explican el impacto negativo que estos fenómenos sociales tuvieron y aún tienen en la humanidad. La persecución de los judíos, el maltrato inhumano destinado a los esclavos, y los distintos tipos de castigos hacia aquellos considerados herejes no son temas que estos museos eviten.
La creación de un museo del narcotráfico se volvió controversia desde que José Paz López mencionó esta posibilidad. Siendo el narcotráfico parte de la historia y la cultura de México, no hay razón para creer que un recinto así no pueda o deba existir en nuestro país. Sin embargo, es sumamente necesario que este museo cuente, ilustre y explique cada una de sus facetas, incluyendo la violencia, corrupción, impunidad y miedo, que, como sus drogas, el narco ha plantado y cosechado en México durante décadas.