No deberíamos culpar a Jaime Maussan por el circo mediático en que terminó la sesión del Congreso mexicano en que el investigador de OVNIs presentó como pruebas de vida extraterrestre a unas momias con apariencia de haber salido de la utilería de una cinta de ciencia ficción, y que ya habían sido repetidamente desacreditadas como imposturas por científicos y expertos.
Maussan, a fin de cuentas, se limitó a ser quien es, o sea, un personaje tragicómico del folklore nacional.
Ha jugado por decenios el papel del periodista obsesionado con demostrar que hay aliens entre nosotros y nada permite suponer que eso vaya a cambiar un día. Seamos sinceros: Maussan es uno de los protagonistas habituales de un elenco al que pertenecen lo mismo Chespirito que el “Canaca”, Beto “el Boticario” o el señor que proponía que todos diéramos un sobreesfuerzo llamado el “Fua”… En su caso ocurre lo que en aquella fábula llamada “El escorpión y la rana”: no puede esperarse jamás que alguien actúe de un modo distinto a su naturaleza.
En todo caso, habría que pedirle cuentas al Congreso en sí, que se permitió el importante ridículo de convertirse en el escenario de un meme ya histórico: el de las momias tendidas en sus pequeños ataúdes con expresión de ser primas segundas de ET el extraterrestre o de Alf, a las que se ha satirizado en cosa de días de cualquier modo concebible (y que, según análisis, están fabricadas como un collage de distintas partes de origen animal). El investigador de lo paranormal esgrimió incluso una “validación” de la UNAM que en realidad era solamente un estudio para datar con carbono la edad de un pedazo de momia. Verdades a medias, pues, presentadas como “bombas” de conocimiento.
En realidad, la invitación para que Maussan ocupara la tribuna no salió de una tómbola o de los líderes de las bancadas. Fue del diputado oficialista Sergio Gutiérrez Luna, a quien tendremos que suponer impresionado por la audiencia del Legislativo de Estados Unidos en que algunos pilotos y oficiales del ejército y fuerza aérea de aquel país dieron testimonio de estar enterados de unos presuntos “contactos” con vida inteligente ajena a la Tierra. Deseoso de que al Congreso mexicano no se le fuera el tren de la atención pública, a costa de lo que fuera, el diputado organizó el circo.
Hemos de decir que Maussan no solamente llevó a la tribuna sus risibles momias-rompecabeza. También invitó a militares, controladores aéreos y astrónomos que denunciaron las supuestas presiones y amenazas que han recibido para que no divulguen episodios fuera de lo normal relacionados con OVNIs.
Pero todo acabó siendo opacado por el pintoresquismo, el meme y la irresponsabilidad.
El puro nombre que se le impuso a la sesión ya mueve a la risa: “Audiencia pública para la regulación de Fenómenos Aéreos Anómalos No Identificados”. Si las reformas de Hacienda ya permiten que el Servicio de Administración Tributaria (SAT) ponga a dar recibos a brujos y magos, es decir, que se grabe lo intangible, ¿por qué no habría de regularse lo anómalo y lo no identificado? Lo curioso es cómo se piensa que se podría llevar a cabo esto. ¿No dejaría de ser anómalo y no identificado lo que es capaz de regularse? ¿Cómo lo regularíamos? ¿Acabaremos por pedirles tenencia y refrendo a los OVNIs y les extenderemos engomados para sus platillos con código QR incluido? ¿Habrá verificación vehicular para el espacio? ¿Abriremos y sostendremos corralones para aliens infractores? ¿Qué ofreceremos como desayuno en el “Torito” sideral cuando los extraterrestres lleguen a nuestra atmósfera pasaditos de copas? ¿Les gustarán la pancita y el chicharrón en salsa verde a los seres de más allá del Sistema Solar?
No tiene la culpa el alien, sino quien le cede la tribuna.