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Joe Biden está por toparse con un vecino incomodo, a veces belicoso

Poco antes de la navidad, varios expertos estadounidenses que supervisaban el cumplimiento por parte de México de las duras disposiciones laborales del tratado de libre comercio T-MEC lanzaron una dura crítica: Expresaron “Serias preocupaciones” acerca de la voluntad y capacidad de México a cumplir con los acuerdos establecidos.

Aunque se referían al lento progreso de México en el cumplimiento de los compromisos adquiridos en el marco del sustituto del TLCAN, la critica podría también describir las relaciones bilaterales entre el Gobierno de México y el del entrante presidente demócrata Joe Biden.

La tensa cooperación en materia de seguridad ocupará un lugar destacado en la agenda bilateral, chocarán las opiniones diametralmente opuestas de ambos líderes acerca el cambio climático y las energías renovables. Es posible que eclipsen la relación comercial de 600.000 millones de dólares. Serán dos lideres profundamente distintos en ideologías y manera de gobernar.

El deterioro del entorno empresarial de México, en especial hacia inversionistas extranjeros – con reguladores independientes y el respeto de contratos siendo amenazado por decisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador – será otro punto de conflicto.

Una presidencia de Biden podría llegar a ser bastante incómoda para AMLO, está bien documentado que López Obrador mantuvo una relación pragmática con Donald Trump a cambio de poca “injerencia” de Estados Unidos en la agenda doméstica de México.

El enfoque de Biden hacia México será más institucional. No tendrá el toque personal que se vio entre Trump y AMLO y sin la presencia de mediadores como lo fue, por ejemplo, Jared Kushner, yerno de Trump; entre ambos gobiernos.

Jeffrey Davidow, ex embajador de Estados Unidos, ha comparado la a veces delicada relación de México con Washington con la de un puercoespín frente a un oso.

“Con Biden, López Obrador pretende volver a ser un puercoespín: no mostró sus espinas con Trump, pero lo va a hacer ahora”, dijo Denise Dresser, politóloga y profesora del ITAM.

“Es como si López Obrador tratara preventivamente de crear molinos de viento contra los cuales luchar, utilizando el antiamericanismo y el nacionalismo para ganar puntos políticos en México, particularmente en un año electoral”, añadió.

“Es como un perro en el parque: Está rechinando los dientes, amenazando y ladrando con la esperanza de que no se acerque”, dijo Shannon O’Neil, experta en México del Council on Foreign Relations. “Está tratando de rechazar preventivamente el compromiso de la administración entrante de Biden”.

En un comunicado, Roberto Velasco, quien supervisa la región de América del Norte en la Secretaría de Relaciones Exteriores, dijo que el gobierno ha tenido varias conversaciones con el equipo de transición de Biden “destacando la importancia que ambos otorgan a una buena relación bilateral“.

Agregó: “México seguirá trabajando, dentro de nuestros principios constitucionales, para fomentar la mejor relación entre nuestro país y Estados Unidos. Aquellos que siguen pronosticando conflictos bilaterales volverán a equivocarse”.

México le ha ofrecido dos guantazos a Estados Unidos recientemente. Ofreció asilo político a Julian Assange, el fundador de WikiLeaks cuya extradición solicita EE.UU. desde el Reino Unido para que se enfrente a cargos por la filtración masiva de documentos clasificados en 2010. Luego, acusó a Washington de fabricar los cargos de narcotráfico contra el ex Secretario de Defensa, el General Salvador Cienfuegos.

Las tensiones en el sector energético, en el que las empresas estadounidenses tienen grandes inversiones, también han aumentado durante meses, ya que el Gobierno de México ha tratado de restringir los permisos, frenar la generación de energía renovable y favorecer a Pemex y la CFE. López Obrador es un defensor de los combustibles fósiles, mientras que Biden quiere que Estados Unidos sea neutro en carbono para 2050.

En una carta enviada el 11 de enero a sus homólogos mexicanos, el Secretario de Estado saliente, Mike Pompeo, el Secretario de Energía, Dan Brouillette, y el Secretario de Comercio, Wilbur Ross, advirtieron que “cientos de millones de dólares” de inversiones públicas estadounidenses en México podrían estar en riesgo como resultado de la política mexicana.

“Aunque respetamos el derecho soberano de México a determinar sus propias políticas energéticas, estamos obligados a insistir en que México cumpla con sus obligaciones del USMCA, en defensa de nuestros intereses nacionales, que incluyen inversiones financiadas por el contribuyente estadounidense”, advirtió la carta.

Se espera que las relaciones laborales, incluyendo los contratos colectivos y los derechos sindicales, condiciones previas para asegurar el apoyo de los demócratas estadounidenses al T-MEC, proporcionen más fricciones.

“Creo que es sólo cuestión de tiempo antes de que se presente el primer caso [contra México bajo el T-MEC]”, dijo Juan Carlos Baker, director general de Ansley Consultores, quien ayudó a negociar el tratado revisado como subsecretario de comercio exterior. “El mensaje no podría ser más ominoso”.

La vicepresidenta Kamala Harris votó en contra del T-MEC cuando era senadora por California, Baker prevé que ambos países, “van a chocar muy, muy rápidamente”.

López Obrador ya ha cancelado una fábrica de cerveza estadounidense parcialmente construida y ha renegociado contratos de gasoductos que consideraba demasiado onerosos. Ahora está apuntando a los reguladores independientes de México, que quiere amalgamar con los ministerios, algo que, según los expertos, podría infringir el nuevo pacto comercial.

De hecho, Ariane Ortiz-Bollin, analista de deuda soberana de Moody’s Investors Service, dijo que México corre el riesgo de socavar las ventajas comerciales de las que goza en virtud del tratado debido a un clima hostil a la inversión. “Existe el potencial de que esto sea una oportunidad perdida”, añadió.

La cooperación en materia de seguridad, una parte importante de la relación bilateral, también ha provocado una grave disputa.

El mes pasado, el Gobierno de México se apresuró a aprobar una ley que exige a los agentes antidroga estadounidenses que compartan información, en lo que se consideró una represalia por la sorprendente detención del general Cienfuegos.

Su verdadero objetivo, según los analistas, puede ser avivar el resentimiento de la opinión pública mexicana hacia la intervención estadounidense en la guerra contra las drogas.

“Está tratando de activar una cierta vena antiamericana”, dijo Carlos Bravo Regidor, analista político y profesor asociado del CIDE, una universidad mexicana. Si tiene éxito, puede resultar más fácil rechazar la influencia de Estados Unidos sobre su gobierno.

“Van a presionar a López Obrador para que cambie ciertas políticas”, dijo Bravo Regidor, “y López Obrador va a decir: ‘¿Ves? Están tratando de intervenir en nuestros asuntos internos. Y no lo vamos a permitir'”.

López Obrador, para quien el ejército es un pilar de su administración, movió toda la maquinaria diplomática mexicana para conseguir que se retiraran los cargos de narcotráfico de Estados Unidos; México cerró entonces rápidamente su propio caso. Aumentando las tensiones, Estados Unidos amenazó el fin de semana pasado con interrumpir la cooperación en las investigaciones penales en México después de que el presidente diera a conocer todas las pruebas que los fiscales estadounidenses habían proporcionado, calificándolas de endebles.

Entre Covid-19 y la economía, Biden tendrá que enfocarse domésticamente. Pero muchos analistas afirman que el Gobierno de México no debe dar por hecho que el entrante presidente se olvide de la relación bilateral.

“La gran pregunta”, dijo Dresser, “es cuánto capital político estará dispuesto a gastar Biden para conseguir que México se comporte como un socio norteamericano responsable y no como un enemigo político nacional al sur de la frontera”.