En 1941, Pablo Neruda visitó la Unión Soviética para acudir al encuentro literario con escritores soviéticos celebrado el 27 de junio en Moscú. Un par de años más tarde, en París o en Praga, dice no recordarlo bien, preguntó a un grupo de escritores y estudiantes europeos cómo era la movilidad en su Chile natal. “La contestación mayoritaria fue muy en serio: en elefante”, escribió sobre la respuesta.
A raíz de estas vivencias de Neruda, la pregunta de qué tienen en común un director de cine soviético, un elefante y un poeta chileno tiene dos posibles respuestas. Por un lado, que ambos aparecen en estas anécdotas del famoso escritor y, por el otro, que son los protagonistas de los tres libros que te recomendamos esta semana.
Confieso que he vivido (Pablo Neruda, 1974)
“Lo más parecido a la poesía es un pan o un plato de cerámica, o una madera tiernamente labrada, aunque sea por torpes manos”, escribió Pablo Neruda en Confieso que he vivido,
su accidental clase magistral sobre la juventud eterna, sobre la posibilidad de mirar la existencia todos los días con la frescura de un niño y el ardor de un enamorado. Las memorias del poeta chileno, obra póstuma publicada al año siguiente de su muerte, son una sucesión interminable de metáforas inesperadas, anécdotas particulares con personajes excepcionales y una pasión irrefrenable por la existencia.
Su primer libro, sus viajes por Asia y su estadía en la URSS, su amistad con Federico García Lorca y su temporada en España, su carrera diplomática, su compromiso político con el partido comunista, sus observaciones sobre México — “México, con su nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de dibujo y de color, violento de erupción y creación”—, el premio Nobel de Literatura que recibió en 1971 y un final abrupto pocos días después del Golpe de Estado de 1973 forman parte de la nómina de eventos extraordinarios que marcaron la vida del poeta.
Recuerdos fuera de lo común que se mezclan, como si fueran igual o menos trascendentes, con imágenes del verde y lluvioso sur de Chile, el dinamismo de Santiago y el rumor del mar chileno. Qué más puede esperarse de un autor que escribió, con igual fervor, a la materia y al sentimiento, a la papa y al amor. La lección fundamental de estas confesiones, por fuera de las pruebas de su inmenso talento, es la conexión que Neruda muestra haber tenido con su vida y su presente, al punto que cada destello de belleza nacía, para él, de lo corriente: “sumergido en estos recuerdos debo despertar de pronto. Es el ruido del mar”.
Esculpir en el tiempo (Andrei Tarkovski, 1984)
La idea de leer sobre cine se presenta como algo casi paradójico, como un ejercicio de aproximación que tiende al infinito. Tal vez porque la palabra, con su capacidad narrativa, puede evocar el espíritu del cine, pero no condensarlo por completo: a diferencia del escritor, el director, como un dictador de la imaginación, rellena todos los espacios vacíos y no deja librada a la subjetividad del espectador la naturaleza visible de los hechos.
“El cine es el único arte en que un autor se puede sentir como creador de una realidad ilimitada, de un mundo propio, en el sentido más literal de la palabra”, sostiene en esta nota el director soviético Andréi Tarkovski en Esculpir el tiempo, una recopilación de apuntes, pensamientos y reflexiones sobre su trabajo y el arte mismo de hacer películas. Considerado uno de los mejores directores de la historia con tan solo 7 largometrajes en 25 años de carrera, la fama de Tarkovski de trabajar con rigurosidad y apuntar a la perfección en cada una de sus obras se manifiesta en el purismo que expresa al hablar de su métier.
Esculpir en el tiempo es, en simultáneo, una celebración del poder del cine y una demostración de la pasión profunda pero disciplinada que Tarkovski sentía por él. La cinematografía, para el director, era un medio inmediato para evocar las emociones y sensaciones que la palabra no alcanzaba a decir. Por ello escribe: “Romeo dijo palabras maravillosas, escogidas, expresivas a Julieta, pero ¿le transmitieron sólo la mitad de lo que su corazón estaba a punto de estallar, de lo que la dejó sin aliento, y que llevó a Julieta a olvidar todo menos este amor? Hay otro lenguaje, otra forma de comunicación: es el de los sentimientos y las imágenes”.
Historia natural y mítica de los elefantes (José Emilio Burucúa y Nicolás Kwiatkowski, 2019)
Quizá uno de los libros más inesperados y necesarios en cualquier biblioteca, una prueba fehaciente de que la belleza se encuentra en cada rincón y solo es necesario entrenar la mirada para encontrarla. Historia natural y mítica de los elefantes, de José Emilio Burucúa y Nicolás Kiatkowski, hace un viaje a través de la historia para documentar, de manera casi enciclopédica, la evolución y relevancia simbólica de estos animales en la vida del hombre.
En las primeras páginas del libro, un mapa remarca el descenso de la población de elefantes del continente africano de 27 millones de ejemplares en el siglo XIX a entre 400 y 700 mil en el 2017. Este mensaje, una representación gráfica e ineludible de la progresiva desaparición de la especie, da inicio a un racconto con la tristeza de una elegía y la admiración de una oda. Desde su rol como modo de transporte a su identificación con valores como la sabiduría y la belleza, lo que el impacto de los elefantes sobre la humanidad demuestra es la enorme pérdida que su extinción supondría en términos culturales, morales y naturales.
“Los paralelos entre comportamientos humanos y paquidérmicos nos sorprenden, nos conmueven y nos llaman a la reflexión”, sostienen ambos autores en la conclusión de este exhaustivo análisis, para luego finalizar: “quizá nuestra empresa consista en plantear una nueva dialéctica (…): la aceptación de una animalidad en nosotros, la cual, más que enfrentarse con nuestra humanidad, terminaría por rehabilitarla”.