México ha sido por años uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos, tanto durante los gobiernos demócratas como republicanos, e incluso en el mandato de Donald Trump.
Esto podría estar cambiando. Los funcionarios y votantes republicanos no solo han expresado críticas hacia México, sino también una hostilidad abierta contra el vecino sur de Estados Unidos.
El ejemplo más extremo son los diversos llamados de los candidatos presidenciales republicanos a bombardear México, o los pedidos de enviar soldados como una medida unilateral para detener el tráfico ilegal de drogas, lo cual sería un acto de guerra.
Trump abrió el camino: durante su presidencia consultó con funcionarios de defensa sobre la posibilidad de un ataque con misiles contra México y en la campaña presidencial de 2024 ha apoyado la acción militar. Ron DeSantis ha pedido el uso de la fuerza letal y un bloqueo naval de los puertos mexicanos para detener a los narcotraficantes. Otros candidatos más moderados, como Tim Scott y Nikki Haley, también han respaldado que el ejército actúe contra los cárteles de la droga en México.
“¿Sabes qué le dices al presidente mexicano? ‘O lo haces tú o lo hacemos nosotros’”, declaró Haley en marzo. “Pero no vamos a permitir que continúe toda esta ilegalidad”.
Estos llamados no se han convertido en un importante foco de atención nacional porque la campaña republicana sigue en su fase inicial. Sin embargo, a medida que comience la acción —el primer debate es el 23 de agosto— es probable que se escuche más sobre este asunto.
Siguiendo lo planteado por el manual de campaña de 2016 de Trump y su presidencia, otros republicanos ya han traducido en políticas su desprecio contra los mexicanos y otros latinos, en especial en materia de inmigración. En Texas, el gobernador Greg Abbott puso alambre de púas, barreras flotantes y policías estatales a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México para disuadir el ingreso ilegal al país. La semana pasada, el gobierno federal demandó al estado de Texas para intentar detenerlo.
¿Qué está pasando? Esta postura representa un cambio genuino dentro de la política republicana. Durante la mayor parte de las últimas décadas, los republicanos han apoyado una relación más cercana con México. (El tratado de libre comercio de la década de 1990, el TLCAN, tuvo apoyo bipartidista). Y en los primeros días de la presidencia de Trump, la mayoría de los votantes republicanos señalaron en las encuestas que México era un aliado de Estados Unidos. Ahora, los votantes republicanos están divididos casi por la mitad en torno a si México es un aliado o un enemigo, tal como lo muestra el gráfico a continuación:
Los republicanos suelen plantear la idea de una militarización total de la guerra contra las drogas como una evolución de las políticas públicas: tratar a los cárteles mexicanos como al Estado Islámico u otros grupos terroristas. No obstante, desplegar fuerzas militares de manera unilateral en México sería una intensificación significativa de las políticas estadounidenses.
Analistas de muy distintas ideologías políticas, consideran esta postura como extrema, ineficaz y autodestructiva. “En 35 años, esto se lleva el premio a la idea más estúpida que haya escuchado”, dijo Jonathan Caulkins, de la Universidad Carnegie Mellon.
Además del probable costo humanitario y el daño a la posición de Estados Unidos en el mundo, cualquier incursión en México podría empeorar los mismos problemas que los republicanos intentan resolver. Los avances de Estados Unidos para frenar la inmigración ilegal y las drogas en los últimos años han dependido de una estrecha cooperación con México. Tanto Trump como el presidente Joe Biden han trabajado con las autoridades mexicanas para impedir que personas procedentes de Centroamérica y Sudamérica atraviesen México para llegar a Estados Unidos.
Es casi seguro que México dejaría de colaborar si Estados Unidos envía tropas o dispara misiles. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, declaró que hablar del envío de fuerzas militares estadounidenses al sur de la frontera es “irresponsable” y “una ofensa al pueblo de México, una falta de respeto a nuestra independencia, a nuestra soberanía”.
Parte de la retórica tal vez se deba a las primarias presidenciales, un momento en que los políticos tienden a adoptar posturas más extremas sobre todo tipo de asuntos antes de moderarse en las elecciones generales. Eso es lo que podría estar ocurriendo.
Los políticos también están desesperados por dar la impresión de que están haciendo algo respecto a la inmigración ilegal y a la crisis de las sobredosis por drogas, a menudo con promesas engañosas de soluciones rápidas y acciones decisivas. Sin embargo, las soluciones duraderas para estos problemas han eludido a Estados Unidos durante años.