A medida que la pandemia se extendió por el mundo durante el 2020, se hizo cada vez más evidente que en la gran mayoría de los países del continente africano una gran parte de las muertes nunca se registraron oficialmente. Es de por sí difícil obtener datos fiables acerca de las muertes en un país y sus causas, lo que significa que los gobiernos pueden pasar por alto las nuevas amenazas para la salud -ya sea el Ébola o el coronavirus- y a menudo tienen que formular políticas sanitarias a ciegas.
En general, se considera que el Covid-19 ha pasado en gran medida por encima de África. Algunos epidemiólogos sostienen que su población joven corre menos riesgos; otros que la exposición previa a otros coronavirus brindó cierta protección. Pero, al igual que otras enfermedades, es probable que nunca se conozca el verdadero número de muertes ocasionadas, en parte porque las elevadas tasas de mortalidad no pueden utilizarse como medida, a diferencia de otros lugares.
Stéphane Helleringer, demógrafo que ha estudiado la mortalidad en varios países africanos, dijo que en el continente africano “hay muy, muy pocos países que intentan siquiera una estimación de la mortalidad basada en los registros de defunción”.
Recientemente, en una oficina del gobierno local en Eti-Osa, una zona prestigiosa de Lagos, pilas de papeles, registros y libros perforados de certificados amarillos de nacimiento y de defunción rodearon a Abayome Agunbiade, un registrador de la Comisión de Población de Nigeria.
Abayone Agunbiade dijo en entrevista con el New York Times que los residentes en duelo tendían a evitar su oficina, pequeña y estaba mal iluminada, a menos que necesitaran un certificado de defunción para resolver una disputa sobre una herencia o acceder a una pensión.
En 2017, sólo el 10 por ciento de las muertes se registraron en Nigeria, de lejos el país más grande de África en cuanto a población, lo que supone un descenso del 13,5 por ciento en la década anterior. En otros países africanos, como Níger, el porcentaje es aún menor.
Las familias a menudo no saben qué se espera que informen acerca de los decesos, o incluso si lo hacen, hay pocos incentivos para hacerlo. Muchas familias entierran a sus seres queridos en el patio de su casa, donde no necesitan permisos de entierro, y mucho menos certificados de defunción.
La División de Estadística de las Naciones Unidas recopila estadísticas vitales de todo el mundo. En el norte y la mayor parte de Sudamérica, Europa y Oceanía, la oficina afirma que al menos el 90 por ciento de las muertes se registran. En Asia, la cobertura puede llegar a ser más irregular. Sin embargo, para la mayoría de los países africanos, las Naciones Unidas no tienen ningún tipo de datos de defunción.
A falta de datos concretos, varios investigadores han ideado otras formas de estimar las tasas de mortalidad.
Cada cuantos años, la mayoría de los países africanos realizan encuestas para tratar de captar las amplias tendencias demográficas y sanitarias. Se pregunta a las personas sobre quiénes murieron en sus hogares y cuál fue la causa. Pero estas encuestas son irregulares, y hay mucho margen de error.
Algunos investigadores tratan de averiguar cuántas personas mueren haciendo encuestas por teléfono móvil. Otros cuentan las tumbas en imágenes de satélite, o preguntan a los sepultureros, como durante el brote del Ébola de 2014 en África Occidental.
Aunque la muerte no se registre en el ámbito público, por todo el continente africano, es sumamente importante en el personal.
En el Sur de Nigeria, si la persona que está siendo enterrada ha alcanzado una avanzada edad, los funerales tienden a ser una celebración de la vida, con bandas y portadores de féretro que bailan. Enviar a un ser querido con estilo es, para muchos, extremadamente importante. Se envían coloridas notificaciones de muerte a través de las redes sociales y, en algunas áreas, se colocan fuera de las casas de las familias en duelo carteles de “Se vende” – llevando eslóganes como “Salida de un icono”, “Un gigante duerme”, o para una persona más joven, “Salida dolorosa”.
A pesar de esto, el Covid-19 no ha golpeado a África con la misma fuerza que a otras regiones, como Europa o América, al menos según las estadísticas oficiales, presentando un rompecabezas que los epidemiólogos se esmeran por resolver. Las cifras presentadas diariamente por la Organización Mundial de la Salud muestran que mueren muchas menos personas por su causa de lo que las Naciones Unidas habían predicho en abril.
En otras partes del mundo, las epidemias se han identificado mediante picos inusuales de muertes en comparación con la tasa de mortalidad de un año normal. La mayoría de los países africanos no pueden hacerlo, ya que no conocen la mortalidad de referencia.
A falta de datos, varios expertos han hecho afirmaciones muy diferentes.
“La mortalidad debida a Covid en el continente africano no es un problema público importante“, dijo Dorian Job, director del programa de África occidental de Médicos sin Fronteras. Lo que él llamó “predicciones locas” sobre Covid – las Naciones Unidas dijeron en abril que hasta 3,3 millones de africanos morirían de él, por ejemplo – significó que se impusieron duros cierres. Los efectos económicos y sociales de éstos se sentirían en África durante décadas, dijo el Dr. Job.
Pero en el otro extremo del espectro, los investigadores acaban de declarar que hubo un enorme brote oculto en la capital de Sudán. A falta de un buen sistema de registro de defunciones, utilizaron una encuesta molecular y serológica y una encuesta en línea distribuida a través de Facebook, en la que las personas informaban de sus síntomas y de si se habían hecho una prueba. Los investigadores calcularon que el Covid-19 mató a 16.000 personas más que las 477 muertes confirmadas a mediados de noviembre en Jartum, que tiene una población aproximadamente del tamaño de la de Nuevo León.
Khartoum es sólo una ciudad en un vasto y diverso continente con una variedad de enfoques para combatir la pandemia. Sin embargo, varios factores que los investigadores citaron para explicar por qué el número de casos de Covid-19 podría estar muy poco informado -el estigma, las personas que no pueden hacerse la prueba, el hecho de que el umbral de reacción a cualquier enfermedad sea alto- son verdaderos en muchos países africanos.
“Cada vez que alguien dice: ‘Me alegro tanto de que África se haya salvado’, se me enroscan los dedos de los pies”, dijo Maysoon Dahab, epidemiólogo de enfermedades infecciosas del King’s College de Londres que trabajó en el estudio de Jartum.