Según las cifras oficiales, más de medio millón de estadounidenses llegaron a México en noviembre; de ellos, unos 50.000 entraron por el aeropuerto de Ciudad de México, menos de la mitad de los visitantes estadounidenses que visitaron el país en noviembre del año pasado. Sin embargo, representa un aumento de los escasos 4000 que llegaron durante el mes de abril, cuando gran parte de México estaba bajo cuarentena. Desde entonces, las cifras han aumentado de manera constante: entre junio y agosto, los visitantes estadounidenses aumentaron más del doble.
La mayoría de los visitantes estadounidenses volaron a los complejos turísticos de Los Cabos y Cancún.
No está claro cuántos están de visita y cuántos piensan quedarse, aunque sea de manera temporal. Algunos pueden ser mexicanos que tienen pasaportes estadounidenses y están visitando a sus familiares. Pero, al caminar por las calles de la Ciudad de México durante estos días, a veces parecería que el inglés se ha vuelto más común que el español.
El aumento de personas extranjeras se ha producido mientras Ciudad de México ha entrado en una fase crítica de la pandemia, los hospitales están tan llenos que muchas personas enfermas se quedan en casa mientras sus familiares batallan por comprarles oxígeno. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos aconsejaron a ciudadanos estadounidenses que eviten viajar a México.
A mediados de diciembre, las autoridades elevaron el sistema de alerta de Ciudad de México al nivel más alto, rojo, que requiere el cierre inmediato de todos los negocios excepto los esenciales. Pero el cierre se produjo semanas después de que las cifras se volvieran críticas, incluso según los propios números del gobierno, dejando que las tiendas se abarrotaran de compradores navideños y los restaurantes se llenaran de comensales.
Con sus calles arboladas y cafés pintorescos, la Roma y la Condesa, barrios exclusivos de la ciudad, atraen a expatriados que durante años han intentado escapar de los alquileres altísimos en Nueva York o Los Ángeles. Pero, con un número cada vez mayor de jóvenes que trabajan desde casa, la zona que es conocida como el eje de lo cool se ha vuelto aún más atractiva, aunque los residentes de Ciudad de México enfrenten una crisis de salud pública.
Como ocurre en gran parte del mundo, los más ricos suelen ser los menos afectados. En la Roma Norte, el contraste es vívido: en una esquina, varios mexicanos de clase trabajadora pueden hacer fila durante horas para poder comprar tanques de oxígeno para sus familiares enfermos de COVID-19 que tienen en casa y, a cuadras de distancia, personas acomodadas hacen fila para comprar croissants.
Ciudad de México no es el único destino mexicano que experimenta un aumento de visitantes extranjeros, en particular estadounidenses, a quienes se les prohíbe viajar a muchos países por el auge de la pandemia en su país. Si bien algunas naciones latinoamericanas han cerrado sus fronteras por completo, México ha impuesto pocas restricciones y fue el tercer país más visitado en 2020, frente al séptimo lugar que ocupó el año pasado, según el gobierno mexicano que cita estadísticas preliminares de la Organización Mundial del Turismo.
Gran parte de estos viajes se han concentrado en los populares balnearios del país, donde las restricciones al coronavirus pueden ser aún más relajadas. Los Cabos recibió a casi 100.000 estadounidenses que llegaron en noviembre, mientras que Cancún tuvo 236.000 visitantes estadounidenses, solo un 18 por ciento menos que en 2019. La ciudad turística de Tulum fue noticia por celebrar un festival de arte y música en noviembre donde cientos de personas bailaron sin mascarillas en el interior de cuevas subterráneas.
Las autoridades en la capital han hecho un llamado a los residentes para que eviten fiestas y reuniones, e incluso antes del cierre más reciente, el gobierno había limitado la capacidad de comensales en los restaurantes y prohibió la venta de alcohol después de las 7:00 p. m. Sin embargo, esas medidas han sido mucho más laxas de las que se impusieron en ciudades estadounidenses como Los Ángeles, donde, a fines de noviembre, se prohibieron por completo las comidas al aire libre y todas las reuniones públicas.
“Conozco personas que han vivido con miedo durante el último año, sin salir de sus casas y que perdieron sus trabajos”, dijo Alexander Vignogna, de 33 años, quien visitó Ciudad de México en octubre y planea mudarse a tiempo completo, con su pareja, en enero. “Pero en vez de hacer algo aventurero y genial como mi novia y yo, simplemente se quedaron en casa, deprimidos”.
Esas actitudes laissez faire de los forasteros han enfurecido a muchos residentes, tanto mexicanos como extranjeros.
“Los turistas (principalmente de Estados Unidos, al parecer) han llegado a México para escapar de las restricciones impuestas en sus estados de origen”, dijo Lauren Cocking, de 26 años, una bloguera británica que ha vivido en México durante unos cinco años, en una de sus newsletters semanales.
“Parece que ven a México como una especie de tierra de aventura y sin ley, donde pueden escapar de la necesidad de usar mascarillas o permanecer en casa”.
Otros dicen que la avalancha de extranjeros ofrece a la economía de Ciudad de México un impulso positivo.
“Lo que más necesita México es gente para que suba la economía”, dijo William Velázquez Yañez, de 25 años, quien trabajaba como asistente de valet parking en un restaurante exclusivo en la Roma Norte antes de que se impusiera el último cierre.
Velázquez perdió su empleo al comienzo de la pandemia y, aunque finalmente volvieron a llamarlo, le recortaron el salario y le quitaron el seguro médico. Con más gente cenando fuera, su jefe podría comenzar a pagarle más, dijo.
Pero disfrutar de los restaurantes llenos y otras actividades antes consideradas normales conlleva sus propios riesgos.
Nicole Jodoin se mudó a Ciudad de México desde Canadá después de conseguir un trabajo en julio. Su impulso de mudarse se debe en parte a que, con las fronteras canadienses cerradas, estaba alejada de su novio escocés. Las fronteras abiertas de México y las largas visas de turista para los europeos hicieron posible que volvieran a estar juntos.
Pero luego tanto ella como su pareja se enfermaron de la COVID-19. Habían tenido cuidado, dijo Jodoin, pero cenaron afuera varias veces y tomaron algunos Uber antes de enfermarse. La pareja se aisló y se recuperó, pero los síntomas de Jodoin han persistido.
Sin embargo, la mayoría de los extranjeros dicen que la vida es mejor en Ciudad de México que en casa, incluso con la pandemia.