Actúan con discreción y son poco dados a darse publicidad. Un grupo de venezolanos con raíces en el antichavismo rodea de forma sigilosa a Nayib Bukele, el presidente de El Salvador que arrasó en unas elecciones que le mantendrán otros cinco años en el poder. Los venezolanos, que han conseguido irritar a ministros y altos cargos salvadoreños que han sentido que sus funciones eran usurpadas, se han encargado de organizar sus exitosas campañas electorales y después de estructurar su Gobierno y servir de enlace con asesores, amigos, contratistas y vendedores de humo.
Paradójicamente, esta especie de gabinete en la sombra ha replicado algunas tácticas con las que el chavismo dio un giro autoritario y ha logrado perpetuarse en el poder.
Alrededor de Bukele, un presidente de 42 años muy popular por haber reducido al mínimo el crimen en un país con un pasado muy violento, orbitan asesores estadounidenses, españoles y argentinos que se achacan los éxitos en materia de propaganda y toma de decisiones estratégicas, sin que eso sea necesariamente cierto. Bukele es enormemente popular en redes sociales, donde lanza vídeos muy impactantes de los pandilleros recluidos en una cárcel de máxima seguridad y cuenta con una caterva de youtubers con millones de seguidores que viajan hasta El Salvador para glorificar sus políticas.
Este entramado de extranjeros buscavidas tiene un peso muy menor y un acceso reducido a la cúpula. Realmente son los consejeros venezolanos los que toman decisiones importantes y los que cuentan con acceso directo a Bukele y sus hermanos.
“Todo pasa por sus manos”, cuenta una fuente del más alto nivel que trabajó con Bukele durante los dos primeros años de su Gobierno . “Cuando comenzó la pandemia, ellos conformaron el equipo de emergencia. Cualquier cosa había que consultársela. Los ministros no tenían poder real de decisión. Es verdad que algunos se rebelaron y no dejaron que los venezolanos se les pusieran por encima, pero otras sencillamente no tenían otra opción”. El equipo foráneo se instaló en un ala del hospital que construyó Bukele, cerca del Palacio Nacional, donde estuvieron al menos hasta finales de 2023.
Esta misma fuente detalla que forman parte de “un gabinete en la sombra”. Hay uno presidencial, el principal; otro estratégico, conformado por secretarios privados, los hermanos de Bukele, el secretario de prensa, y un gabinete de venezolanos. Recuerdan a los misteriosos cubanos, expertos en seguridad e inteligencia, que rodeaban a Hugo Chávez. El Faro, un medio de El Salvador, ha identificado a una docena de ellos y se cree que han llegado a ser al menos 20.
No resulta fácil detectarlos porque sus contratos no son públicos y no aparecen en las cuentas estatales. Entre todos ellos destaca Sarah Abdel Karim Hanna Georges, más conocida como Sarah Hanna, la líder del grupo. Bukele y sus hermanos le tienen una fe ciega, según distintas fuentes. Años atrás trabajó con Leopoldo López, que representa el ala más radical de la oposición venezolana, y después con su esposa, Lilian Tintori, que emprendió una campaña mundial para conseguir la liberación de su marido de una cárcel chavista.
Sarah Hanna es odontóloga y no llega a los cuarenta años. Armando Info, un periódico venezolano de investigación, sostiene que se manifestó como estudiante contra la propuesta de reforma constitucional presentada por Hugo Chávez en agosto de 2007. Llegó a El Salvador en 2018, se cree que a través de uno de los hermanos del ahora presidente, y se dedicó a escribir sus discursos, moldear su imagen y llevar la estrategia de redes y comunicación.
A la vista de los resultados, el trabajo de Sarah Hanna ha sido impecable, ha conseguido crear un culto alrededor de Bukele a la manera del que se fraguó con Chávez, pero desde una óptica más moderna. Varias fuentes consultadas por este periódico no le restan mérito a la venezolana, pero sostienen que hay una mujer salvadoreña que tiene aún más poder, Sofía Medina, secretaria de Comunicaciones. Medina tiene una presencia más modesta en redes sociales que Ernesto Sanabria, el secretario de Presidencia —sube retratos en Instagram de sus zapatos caros—. Sin embargo, se encuentra aún más cerca de Bukele.
El presidente salvadoreño ha sido reelegido a pesar de que la Constitución lo prohibía expresamente hasta en seis artículos. El control que él ejerce sobre la Sala Constitucional posibilitó que los magistrados reinterpretaran las normas a su conveniencia. Bukele ha utilizado la figura del régimen de excepción, impuesta desde hace dos años a través de prórrogas en la Asamblea que domina su partido, para esquilmar libertades civiles y llenar las cárceles con pandilleros, sí, pero también con inocentes que no están teniendo derecho a un proceso penal justo. Eso ha sido ampliamente documentado por las organizaciones humanitarias y las investigaciones periodísticas.
Algunos analistas creen que esta deriva autoritaria de Bukele echa sus raíces en Venezuela. “Estos asesores venezolanos están apoyando a un líder autoritario [Bukele] que utiliza el manual de Chávez, que instrumentalizó su popularidad para desmantelar la democracia, cambiar las reglas de juego para nunca soltar el poder, y aplicar estrategias sucias para silenciar a la prensa y desmantelar toda oposición o disenso”, explica Jimmy Alvarado, un periodista salvadoreño que ha estado detrás de todas estas conexiones.
No hay que escarbar mucho para encontrarlas. El Gobierno de El Salvador ha replicado la táctica de los Clap, la repartición de alimentos que ideó el chavismo para crear en los barrios una red de apoyo y aislar a los críticos, que no recibían su caja de comida. Estas, según pudo comprobar este periodista, se repartieron en los alrededores de San Salvador apenas uno o dos días antes de las elecciones. Bukele y su equipo aprovechan su inmensa popularidad, algo incuestionable a día de hoy, para conseguir que Nuevas Ideas, el partido personalista del presidente, se funda con la población a la manera en la que lo hizo el PRI en México o el chavismo en Venezuela. También el proyecto de Chivo Wallet, el monedero creado por Bukele para realizar pagos en dólares o bitcoins, resulta un calco del Pretro, la criptomoneda venezolana que tiene su origen en una idea de Chávez.
Mención aparte merece Lester Toledo, un estratega electoral venezolano que trabaja directamente para el partido y tiene relación directa con sus compatriotas del Gobierno. Fue en su día un opositor frontal del chavismo por denunciar la corrupción chavista, señalando directamente a hombres tan poderosos como Nicolás Maduro o Diosdado Cabello.
“La verdad es que el pana se la jugó. El chavismo le puso en la diana”, cuenta un asesor antichavista. Toledo no se esconde en redes y recientemente ha subido una foto abrazado a Bukele en su Instagram. Es el asesor jefe de la campaña y se ha encargado esta vez, entre otras muchas cosas, de desplegar 100.000 simpatizantes del partido en las mesas electorales. Un trabajo de logística descomunal. Sea en el Gobierno o en el partido, el sello venezolano resulta más que evidente. La experiencia de enfrentarse a un fenómeno social que sufrió una deriva autoritaria les ha dado las herramientas para elevar a Bukele al poder absoluto.